
El día que mi carro de 20 años humilló a uno nuevo: Una historia de orgullo colombiano
Descubre cómo un vehículo clásico bien mantenido puede superar a los modelos nuevos. Una historia real que demuestra el valor de los carros usados en Colombia.

Descubre cómo un vehículo clásico bien mantenido puede superar a los modelos nuevos. Una historia real que demuestra el valor de los carros usados en Colombia.
En las calles de Colombia, donde los carros nuevos brillan con su tecnología de punta y diseños modernos, existe una historia diferente que merece ser contada. Es la historia de aquellos vehículos que, a pesar de cargar dos décadas a cuestas, siguen demostrando por qué fueron construidos para durar. Mi experiencia personal con mi fiel compañero de cuatro ruedas no solo cambió mi perspectiva sobre los carros usados, sino que también me enseñó valiosas lecciones sobre valor, mantenimiento y la verdadera esencia de un buen automóvil.
En un país donde el mercado de vehículos usados representa más del 70% de las transacciones automotrices anuales, según datos de la Asociación Colombiana de Vehículos Automotores (ANDEMOS), estas historias resuenan con muchos propietarios que han descubierto el verdadero valor de un carro bien cuidado, independientemente de su año de fabricación.
Todo comenzó en 2002, cuando adquirí un Mazda 323 de segunda mano. En ese entonces, el carro ya tenía algunos años encima, pero su estado era excepcional. El anterior dueño lo había mantenido con un cuidado casi obsesivo, y eso se notaba en cada detalle. La pintura conservaba su brillo original, el motor ronroneaba como si acabara de salir de fábrica, y el interior olía sorprendentemente a nuevo.
A lo largo de los años, este vehículo se convirtió en parte de mi familia. Me acompañó en innumerables viajes por las diversas geografías colombianas: desde las empinadas calles de Manizales hasta las costas del Caribe, pasando por los sinuosos caminos de los Andes. Cada kilómetro recorrido fortalecía nuestro vínculo, y cada reparación era una inversión en nuestra relación duradera.
Si hay algo que aprendí durante estos años es que el secreto para mantener un carro en excelentes condiciones no radica en gastar fortunas, sino en la consistencia y el cuidado preventivo. Según estadísticas del sector automotriz colombiano, un vehículo bien mantenido puede extender su vida útil hasta en un 40% más que aquellos que solo reciben atención cuando presentan fallas evidentes.
Mi rutina de mantenimiento incluía:
Esta disciplina, que muchos consideraban excesiva, fue precisamente lo que mantuvo mi Mazda en condiciones óptimas durante tanto tiempo. Como dice el refrán popular en los talleres colombianos: "Más vale un mantenimiento caro que una reparación barata".
Era un domingo soleado en las afueras de Bogotá. Había decidido tomar la vía hacia La Calera para disfrutar del paisaje y darle un poco de ejercicio a mi fiel compañero de 20 años. En una estación de servicio, mientras cargaba combustible, un flamante SUV de último modelo se estacionó junto a mí. Su propietario, un joven ejecutivo, no pudo evitar lanzar una mirada condescendiente hacia mi "reliquia".
"¿Todavía anda esa antigüedad?" preguntó con una sonrisa que mezclaba curiosidad y cierta superioridad. "No solo anda, vuela", respondí con la tranquilidad que da la confianza en lo propio.
Lo que comenzó como una conversación casual se transformó en un desafío amistoso. El tramo de carretera que nos esperaba incluía pendientes pronunciadas y curvas cerradas, un escenario perfecto para poner a prueba tanto la potencia como la maniobrabilidad de ambos vehículos.
Al retomar la carretera, cada uno en su vehículo, comenzó lo que para mí sería una de las experiencias más gratificantes como propietario de un carro usado. Mi Mazda, con su motor 1.6 perfectamente calibrado y su chasis ligero pero estable, tomaba las curvas con una precisión que sorprendería a cualquier escéptico.
El SUV moderno, a pesar de su potencia superior y su tecnología de punta, parecía luchar con su propio peso en las curvas más cerradas. Su conductor claramente no esperaba que un "carro viejo" pudiera mantener semejante ritmo en un terreno tan exigente.
A medida que avanzábamos por la sinuosa carretera, quedaba claro que mi veterano Mazda no solo seguía el paso del vehículo nuevo, sino que en varios tramos demostraba una agilidad superior. La ligereza de su estructura, combinada con una suspensión que había sido meticulosamente mantenida, le permitía flotar sobre el asfalto con una gracia que el pesado SUV simplemente no podía igualar.
Al final de nuestro improvisado "rally", nos detuvimos en un mirador. El rostro del conductor del SUV había cambiado; la condescendencia inicial se había transformado en genuino respeto. "No puedo creer lo bien que se comporta tu carro", admitió mientras observaba con nuevos ojos mi Mazda 323.
Este encuentro me dejó varias reflexiones importantes sobre el mercado automotor colombiano y el valor real de los vehículos:
Mientras un carro nuevo pierde aproximadamente el 20% de su valor al salir del concesionario y hasta un 50% en los primeros tres años según datos del sector automotriz colombiano, un vehículo bien mantenido de 15-20 años puede mantener e incluso aumentar su valor si pertenece a un modelo reconocido por su durabilidad.
Los vehículos más antiguos suelen tener sistemas mecánicos menos complejos, lo que significa reparaciones más accesibles y menos dependencia de tecnología especializada. En Colombia, donde el costo de repuestos importados para modelos nuevos puede ser prohibitivo, esta simplicidad representa un ahorro significativo a largo plazo.
Después de años con el mismo carro, llegas a conocer cada sonido, cada vibración y cada comportamiento particular. Este conocimiento íntimo te permite anticipar problemas antes de que se conviertan en averías costosas, algo imposible de lograr con un vehículo recién adquirido.
El mercado colombiano de vehículos usados ha experimentado un crecimiento constante en los últimos años. Según estadísticas recientes, por cada carro nuevo que se vende en el país, se comercializan aproximadamente tres usados. Esta tendencia refleja no solo las realidades económicas de muchos colombianos, sino también un cambio en la percepción sobre el valor y la durabilidad de los vehículos de segunda mano.
Expertos del sector automotriz señalan que modelos como el Toyota Corolla, Honda Civic, Mazda 323 y Renault 4, entre otros, han ganado reputación como "eternos" en el contexto colombiano, manteniendo su funcionalidad y valor durante décadas cuando reciben el mantenimiento adecuado.
Si mi historia te ha inspirado a considerar un vehículo usado en lugar de uno nuevo, aquí hay algunos factores cruciales que debes tener en cuenta:
Parte del encanto de poseer un vehículo con historia es la posibilidad de restaurarlo y personalizarlo. En Colombia, ha surgido una vibrante comunidad de entusiastas dedicados a la restauración de modelos clásicos, desde los emblemáticos Renault 4 hasta los robustos Land Cruiser de los años 80.
Mi propio Mazda ha pasado por varias etapas de restauración a lo largo de los años. Lo que comenzó como mantenimiento básico evolucionó hacia un proyecto de preservación más ambicioso que incluía:
Estos esfuerzos no solo mantuvieron el vehículo en condiciones óptimas, sino que también preservaron y aumentaron su valor como un ejemplar bien conservado de un modelo icónico.
Contrario a la creencia popular, mantener un vehículo antiguo puede ser más económico que financiar uno nuevo, siempre que se realice mantenimiento preventivo regular. Los impuestos son menores, el seguro suele costar menos, y las reparaciones de mecánica básica son generalmente más accesibles que los sistemas computarizados de los modelos recientes.
Colombia cuenta con un robusto mercado de repuestos para vehículos antiguos, especialmente para marcas y modelos que fueron populares en el país. Zonas como el 7 de Agosto en Bogotá, Barrio Triste en Medellín, o San Andresito en varias ciudades ofrecen amplia disponibilidad de piezas originales y alternativas de calidad.
Vehículos como el Toyota Land Cruiser, Suzuki Samurai, Mazda 323, Renault 4 y ciertos modelos de Nissan y Mitsubishi mantienen un excelente valor de reventa debido a su reconocida durabilidad y la demanda constante en el mercado colombiano.
Ciertas actualizaciones, como sistemas de frenos, iluminación LED o mejoras en seguridad, pueden ser inversiones valiosas que aumentan tanto la seguridad como el valor del vehículo. Sin embargo, modificaciones que alteran significativamente la originalidad del carro pueden reducir su valor para coleccionistas.
En varias ciudades colombianas, los vehículos con cierta antigüedad pueden estar sujetos a restricciones adicionales de circulación. Sin embargo, algunos modelos pueden calificar como "clásicos" o "antiguos" bajo normativas específicas, lo que podría eximirlos de ciertas restricciones. Es importante consultar la normativa local actualizada.
Mi experiencia con mi Mazda de 20 años frente a un vehículo nuevo no es solo una anécdota de orgullo personal; representa una realidad que muchos propietarios de carros usados en Colombia han descubierto: el verdadero valor de un automóvil no se mide por su año de fabricación o el brillo de su tecnología, sino por la calidad de su construcción original, el mantenimiento recibido y la conexión que desarrollamos con él.
En un mercado donde lo nuevo a menudo se presenta como lo único deseable, historias como la mía nos recuerdan que hay valor, confiabilidad y hasta cierta nobleza en aquellos vehículos que han demostrado su valía a través de los años y los kilómetros.
¿Has tenido una experiencia similar con tu carro usado? ¿O estás considerando aventurarte en el mundo de los vehículos con historia? Comparte tu experiencia en los comentarios y forma parte de esta comunidad de entusiastas que saben que, a veces, lo mejor no es lo más nuevo, sino lo mejor mantenido.