
La Fascinante Historia de los Primeros Concesionarios de Automóviles en Colombia
Descubre cómo surgieron los primeros concesionarios en Colombia, su evolución y el impacto que tuvieron en el mercado automotriz nacional desde principios del siglo XX.

Descubre cómo surgieron los primeros concesionarios en Colombia, su evolución y el impacto que tuvieron en el mercado automotriz nacional desde principios del siglo XX.
El mercado automotriz colombiano tiene una rica historia que se remonta a principios del siglo XX, cuando los primeros vehículos comenzaron a circular por las calles empedradas de ciudades como Bogotá, Medellín y Barranquilla. La llegada de estos primeros automóviles marcó el inicio de una transformación en la movilidad del país y, con ella, el surgimiento de los primeros concesionarios. En este artículo, exploraremos la fascinante historia de cómo se establecieron los primeros concesionarios en Colombia, su evolución a través de las décadas y cómo sentaron las bases para el actual mercado de compra y venta de vehículos nuevos y usados.
Para entender el origen de los concesionarios en Colombia, debemos remontarnos a la llegada de los primeros automóviles al país. El primer vehículo motorizado que pisó suelo colombiano llegó en 1899 a Medellín, importado por Carlos Coriolano Amador, un prominente empresario antioqueño. Este primer automóvil, un Dion Bouton francés, causó sensación entre los habitantes de la ciudad, quienes nunca habían visto un artefacto semejante.
Sin embargo, no fue hasta 1905 cuando llegó a Bogotá el primer automóvil, un Cadillac importado por Ernesto Duperly. Este acontecimiento marcó un hito en la historia de la capital y despertó el interés de la élite bogotana por estos novedosos medios de transporte. Durante los siguientes años, la importación de vehículos fue aumentando gradualmente, aunque seguía siendo un lujo al alcance de muy pocos.
Con el creciente interés por los automóviles, surgió la necesidad de establecer negocios dedicados a su importación y comercialización. Los primeros concesionarios en Colombia no se parecían en nada a los grandes establecimientos que conocemos hoy. Eran pequeños locales, muchas veces adaptados de otras actividades comerciales, donde se exhibían uno o dos modelos de vehículos importados.
Uno de los pioneros fue la Casa Toro, fundada en 1915 por Enrique Toro Mejía en Medellín, que inicialmente se dedicaba a la importación de maquinaria agrícola y posteriormente incorporó la venta de automóviles Ford. Este establecimiento es considerado uno de los primeros concesionarios formales del país y sentó las bases para el desarrollo del sector.
En Bogotá, la empresa Praco (Prado & Compañía) comenzó operaciones en 1918, importando vehículos de diferentes marcas europeas y estadounidenses. Su fundador, Eduardo Prado, vio el potencial del mercado automotriz en la capital y estableció uno de los primeros showrooms de la ciudad.
Durante esta época, los concesionarios no solo vendían vehículos, sino que también ofrecían servicios de mantenimiento, repuestos y hasta combustible, convirtiéndose en verdaderos centros integrales para los pocos propietarios de automóviles que existían en el país.
La década de 1930 marcó un punto de inflexión para el mercado automotriz colombiano. La mejora en las vías de comunicación, el crecimiento económico y la paulatina industrialización del país permitieron que más personas pudieran acceder a un vehículo. Los concesionarios comenzaron a profesionalizarse y a establecer relaciones más formales con las casas matrices internacionales.
En 1934 se fundó en Bogotá la Compañía Colombiana Automotriz (CCA), que obtuvo la representación exclusiva de Ford para Colombia. Este fue uno de los primeros acuerdos de distribución exclusiva en el país y marcó el inicio de una nueva era para los concesionarios.
Por su parte, en 1936 se estableció en Medellín la Sociedad de Automóviles S.A. (SASA), que representaba a marcas como Chrysler y Plymouth. Esta empresa introdujo conceptos novedosos para la época, como la financiación para la compra de vehículos y los servicios posventa garantizados.
Durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), la importación de vehículos se vio severamente afectada, lo que obligó a los concesionarios a diversificar sus negocios. Muchos se enfocaron en la venta de repuestos y en el mantenimiento de los vehículos existentes, lo que sentó las bases para el futuro mercado de vehículos usados.
Tras la Segunda Guerra Mundial, Colombia experimentó un período de crecimiento económico que impulsó significativamente el mercado automotriz. Los concesionarios se multiplicaron en las principales ciudades y comenzaron a adoptar estrategias de marketing más sofisticadas para atraer a una creciente clase media que aspiraba a tener su propio vehículo.
En 1956 se estableció Distribuidora Nissan, uno de los primeros concesionarios de marcas japonesas en el país. La llegada de los vehículos japoneses, conocidos por su economía y durabilidad, revolucionó el mercado y obligó a los concesionarios de marcas americanas y europeas a adaptarse a esta nueva competencia.
Durante esta época también se consolidaron importantes grupos empresariales en torno al negocio automotriz. El Grupo Ardila Lülle adquirió la distribución de Los Coches, concesionario de Renault, mientras que el Grupo Santo Domingo se hizo con la representación de marcas como Toyota a través de Distribuidora Toyota.
Un hito importante fue la fundación de SOFASA (Sociedad de Fabricación de Automotores S.A.) en 1969, que comenzó a ensamblar vehículos Renault en Colombia. Esto cambió la dinámica de los concesionarios, que ahora podían ofrecer vehículos ensamblados localmente, con menores costos y tiempos de entrega.
A medida que aumentaba el parque automotor colombiano, comenzó a desarrollarse un mercado secundario de vehículos usados. Los concesionarios, que hasta entonces se habían concentrado principalmente en la venta de vehículos nuevos, empezaron a ver el potencial de este segmento.
En la década de 1970, algunos concesionarios pioneros comenzaron a aceptar vehículos usados como parte de pago por vehículos nuevos. Estos vehículos eran reacondicionados y vendidos en secciones especiales dentro de los mismos concesionarios, dando origen a lo que hoy conocemos como el mercado de vehículos usados certificados.
Paralelamente, surgieron los primeros negocios dedicados exclusivamente a la compra y venta de vehículos usados. En Bogotá, el sector de la Avenida Caracas entre calles 26 y 34 comenzó a concentrar numerosos establecimientos de este tipo, convirtiéndose en un referente para quienes buscaban adquirir un vehículo de segunda mano.
La crisis económica de la década de 1980 impulsó aún más el mercado de vehículos usados, ya que muchas personas no podían permitirse un vehículo nuevo. Los concesionarios tradicionales tuvieron que adaptarse a esta realidad y muchos fortalecieron sus divisiones de vehículos usados para mantenerse competitivos.
La apertura económica de principios de los años 90 transformó radicalmente el panorama automotriz colombiano. La reducción de aranceles permitió la entrada de nuevas marcas y modelos, diversificando la oferta y aumentando la competencia entre concesionarios.
Los concesionarios tuvieron que modernizarse rápidamente para adaptarse a este nuevo entorno. Las instalaciones se volvieron más amplias y sofisticadas, con showrooms diseñados según los estándares internacionales de las marcas. Los servicios posventa se profesionalizaron, incorporando tecnología de diagnóstico computarizado y personal técnico certificado por las fábricas.
Con la llegada de internet en la década de 1990 y su posterior masificación en los 2000, los concesionarios comenzaron a utilizar herramientas digitales para promocionar sus vehículos. Los primeros sitios web de concesionarios aparecieron a finales de los 90, aunque con funcionalidades limitadas.
El verdadero salto hacia la digitalización se dio en la década de 2010, con la aparición de plataformas especializadas en la compra y venta de vehículos como TuCarro.com (fundada en 2007) y Carroya.com. Estas plataformas revolucionaron el mercado, permitiendo a concesionarios y particulares publicar sus vehículos en línea y llegar a una audiencia mucho más amplia.
Hoy en día, los concesionarios combinan su presencia física con robustas estrategias digitales. Muchos ofrecen recorridos virtuales de sus instalaciones, catálogos en línea de vehículos nuevos y usados, e incluso la posibilidad de iniciar el proceso de compra a través de internet.
Los concesionarios han jugado un papel fundamental en la formación de la cultura automotriz colombiana. Más allá de ser simples puntos de venta, han sido espacios donde los colombianos han podido conocer las últimas tendencias en movilidad, recibir asesoramiento especializado y formar parte de comunidades de entusiastas de determinadas marcas.
Eventos como el Salón Internacional del Automóvil de Bogotá, que se celebra desde 1988, han sido vitrinas donde los concesionarios muestran lo mejor de sus marcas y establecen contacto directo con potenciales clientes. Estas ferias han contribuido a democratizar el acceso a la información sobre vehículos y a crear una cultura de consumo más informada.
Los concesionarios también han sido importantes generadores de empleo en el país. Desde vendedores y asesores comerciales hasta técnicos especializados y personal administrativo, el sector ha creado miles de puestos de trabajo a lo largo de su historia.
Aunque es difícil determinar con exactitud cuál fue el primer concesionario formal, Casa Toro, fundada en 1915 en Medellín, es considerada una de las pioneras en la venta oficial de automóviles en Colombia, específicamente de la marca Ford.
La apertura económica permitió la entrada de nuevas marcas y modelos al país, lo que aumentó la competencia entre concesionarios. Esto benefició a los consumidores con más opciones y mejores precios, pero obligó a los concesionarios tradicionales a modernizarse y mejorar sus servicios para mantenerse competitivos.
El mercado formal de vehículos usados comenzó a desarrollarse en la década de 1970, cuando los concesionarios empezaron a aceptar vehículos como parte de pago y a revenderlos. Sin embargo, fue en los años 80 y 90 cuando este mercado se consolidó con la aparición de negocios especializados.
Los concesionarios fueron fundamentales en la popularización del financiamiento para la adquisición de vehículos. Desde los años 40, algunos concesionarios comenzaron a ofrecer planes de pago a plazos, y posteriormente establecieron alianzas con entidades financieras para facilitar el acceso al crédito automotriz.
La tecnología ha transformado radicalmente la experiencia de compra. Hoy los clientes pueden investigar modelos en línea, comparar precios, programar pruebas de manejo e incluso iniciar trámites de compra antes de visitar físicamente un concesionario. Los concesionarios han incorporado herramientas digitales como configuradores de vehículos, realidad aumentada y asistentes virtuales para enriquecer la experiencia del cliente.
La historia de los concesionarios en Colombia es un reflejo de la evolución económica, social y tecnológica del país. Desde aquellos pequeños locales que vendían unos pocos vehículos importados a principios del siglo XX, hasta los modernos complejos comerciales y plataformas digitales de hoy, los concesionarios han sabido adaptarse a los cambios y mantener su relevancia en el mercado automotriz.
En la actualidad, enfrentan nuevos desafíos como la electrificación de la movilidad, los cambios en los hábitos de consumo post-pandemia y la creciente competencia de plataformas de venta directa entre particulares. Sin embargo, su conocimiento del mercado local, su capacidad para ofrecer servicios especializados y la confianza construida a lo largo de décadas les permiten seguir siendo actores fundamentales en la compra y venta de vehículos en Colombia.
El futuro de los concesionarios probablemente combinará lo mejor de la atención personalizada tradicional con las ventajas de la tecnología digital, creando experiencias de compra híbridas que se adapten a las necesidades de cada cliente. Lo que es seguro es que, al igual que han hecho durante más de un siglo, los concesionarios colombianos continuarán evolucionando para seguir siendo relevantes en un mercado cada vez más dinámico y competitivo.